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in Avances en Psicología
Aspectos favorables de la comunicación no verbal madre-hijo en la construcción del psiquismo desde el enfoque de aulagnier
Resumen
Este artículo, que trata sobre los aspectos favorables de la comunicación no verbal madre-hijo en la construcción del psiquismo del bebé, se desarrolla desde el enfoque psicoanalítico de Piera Aulagnier (1988; 1991) y comprende su visión desde el momento en que la mujer desea ser madre hasta el primer año de vida del bebé. Se revisa los conceptos: violencia primaria, violencia secundaria, representación y deseo negativo. Asimismo, el estudio se complementa con la visión teórica de Fonagy (2013), Pichon-Riviere (1950), Spelt (1937) y Spitz (1959; 1963b), entre otros, para quienes la comunicación madre-hijo es primordial para el desarrollo de la psique del infante, desde el momento de la concepción.
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INTRODUCCIÓN
El interés por conocer cómo se forma y funciona la psique humana ha estado siempre presente en las diferentes culturas, en el transcurso de su historia. A partir de finales del siglo XIX, en la cultura occidental, con el inicio del psicoanálisis, diversos investigadores han elaborado sus propias teorías, especialmente motivados por ciertas condiciones de enfermedad que los médicos de la época no lograban comprender ni tratar con éxito.
Como antecedentes a tomar en cuenta, en este contexto, Freud (1920/2012), con el propósito de encontrar la cura, desarrolló su modelo teórico, que, en su primera tópica, consciente, preconsciente e inconsciente, intenta explicar la formación y funcionamiento de la psique, así como intenta encontrar la cura a ciertos males como la histeria de conversión. Y ell mismo Freud (1920/2012), casi 30 años más tarde, basado en su experiencia con pacientes, introduce su segunda tópica, el ello, el yo y el superyó, para complementar su teoría.
De la misma manera, Klein (1921/2015), por medio de su teoría sobre las relaciones objetales, destaca la experiencia del bebé en su relación con la madre o con quien ejerce esa función y dirige su atención a la madre internalizada. En este sentido, afirma que el bebé, mediante los encuentros constantes con su madre (objeto), este logra internalizarla, lo cual, refiere, es determinante en la formación de su psique. Por lo tanto, es innegable que Klein (1921/2015) otorga mayor importancia al mundo interno personal que al mundo externo.
Por otro lado, Winnicott (1965/2007) sostiene que la relación del bebé con su madre como objeto real y con el entorno, resulta estructurante para su psiquismo. A este respecto, plantea que esta relación íntima y particular es de alta complejidad, ya que no solo depende del proceso madurativo del infante, sino también de un ambiente facilitador (la función materna) que le permita su desarrollo. La madre, que, al comienzo, es una manifestación subjetiva, se vuelve un objeto real para el bebé debido a los encuentros entre ambos. Para este autor, es fundamental que "la madre sea suficientemente buena", es decir, que, los cuidados maternos permitan al bebé separarse de ella sin sentir una gran angustia.
De igual manera, Lacan (1966/2002), influenciado por la sociología de Durkheim (1895/2016), prioriza la dimensión social, la cultura, como fundante del psiquismo por sobre los aspectos biológicos propios. En relación a esto, manifiesta que, debido a la inmadurez del bebé, la mirada y cuidado de la madre anticipan la constitución de su psique y, por lo tanto, la madre se convierte en facilitadora del bebé en su constitución de ser simbólico. Es evidente que, para este autor, la madre tiene un efecto formador y es quien representa e introduce al bebé a la cultura.
Como puede apreciarse, una gran variedad de los escritos de psicoanálisis da muestra del interés que este tema despierta; además, estos textos contienen información que “es prolija en cuanto a la teorización del desarrollo del psiquismo del bebé enmarcado en el vínculo materno” (Gutiérrez et al., p. 5).
Es así como, siguiendo la misma línea de estudio, este trabajo se desarrolla desde el enfoque de la psicoanalista contemporánea Piera Aulagnier (1988), cuya teoría resulta muy valiosa pues profundiza en la construcción y desarrollo del psiquismo.
En este marco, Aulagnier (1988, p.24) defiende “la hipótesis de que la actividad psíquica está constituida por el conjunto de tres modos de funcionamiento… el proceso originario, el proceso primario, el proceso secundario.” A saber, el proceso originario estaría vinculado a la representación pictográfica (imágenes); el proceso primario, a la representación fantaseada (fantasía); y el proceso secundario, a la representación del enunciado (la palabra). La autora también sostiene que estos procesos no se desarrollan en simultáneo, sino que uno es prerrequisito del otro, y se activan por demandarle a la psique el conocimiento de un atributo del objeto exterior a ella, que no podría ser captado por el proceso anterior. Igualmente, manifiesta que el establecimiento de un nuevo proceso no anula el anterior.
Asimismo, este trabajo se circunscribe a la primera etapa de vida del bebé, etapa crucial donde el rol materno en la comunicación no verbal es fundamental. La propuesta de Aulagnier, influenciada por los primeros psicoanalistas, pero, especialmente por Lacan, enfatiza la función materna como representante del Otro; es decir, como representante de la cultura; es ella quien introduce al bebé al mundo.
A partir de la línea de tiempo, el abordaje del tema empieza con el deseo de ser madre, prosigue con el embarazo, el nacimiento, la lactancia y otros encuentros, así como con la importancia de la sincronía y ritmo en la comunicación. De esta manera, son abordados los conceptos propios de la teoría de Aulagnier (1988), tales como la violencia primaria, la violencia secundaria y el deseo negativo, nociones fundamentales asociados a la construcción y funcionamiento de la psique.
A este respecto, Aulagnier (1988) define la violencia primaria como la imposición de un deseo (de la madre) reconocido como necesario para la inserción del otro (bebé) en la cultura y cuya función es estructurante del psiquismo. En contraste, puntualiza que la violencia secundaria es perjudicial, ya que consiste en alienar al otro, en anularlo; en otras palabras, en impedirle que estructure su propia psique, ya sea por privación o por exceso. Como resultado de este tipo de violencia, sobrevendría el deseo negativo en el otro (bebé), que se traduciría en dejar de desear y que anularía su capacidad personal de individualización.
Dado que Aulagnier otorga a la madre un rol decisivo, el objetivo de este trabajo es profundizar en la información y vincularla con la información de otros investigadores en la construcción del psiquismo del bebé.
EL DESEO DE SER MADRE
Al considerar la teoría de la comunicación, teniendo en cuenta el lenguaje humano, Watzlawick et al. (1974/2002) sostienen que es imposible no comunicar, ya que toda conducta contiene un mensaje. Desde este punto de vista, la comunicación excede las palabras y abarca la comunicación no verbal, comunicación íntimamente ligada con la esencia del ser, el cuerpo, la mirada, las emociones y los deseos. Por ello, la comunicación no verbal puede incluso brindar más información que las palabras.
Teniendo en cuenta lo anterior, es posible incluir que la comunicación madre-hijo podría iniciarse antes de la gestación, con el deseo de la mujer de ser madre de ese hijo imaginado, soñado, que aún no es percibido, pero que es pensado y esperado; al que se le atribuye de antemano, una serie de cualidades y expectativas asociadas a la propia historia personal y familiar de esa mujer.
En consecuencia, la mujer que está dispuesta a albergar un hijo en su vientre, está preparando el terreno para establecer una buena comunicación con su hijo; una comunicación física y afectiva que permita un buen desarrollo del bebé, una comunicación que respete los procesos madurativos propios de ese hijo y, por ende, promueva un buen desarrollo psíquico.
Sobre el particular, Aulagnier (1988) sostiene que la relación que la madre establece con su hijo, incluso antes del embarazo, ya está llena de significado debido a que le ofrece un espacio físico y psíquico forjado en la psique materna. Es decir, ella se convierte en la “portavoz del discurso cultural” (Esparza,2015, p.111). Es así que esta disposición de la mujer, frente a la maternidad, motivada por sus deseos y expectativas en ese encuentro, podría favorecer el desarrollo saludable de la psique del bebé.
Al respecto declara que:
Cuando hablamos de las producciones psíquicas de la madre, nos referimos en forma precisa a los enunciados mediante los cuales habla del niño y le habla al niño. De ese modo, el discurso materno es el agente y el responsable del efecto de anticipación impuesto a aquel de quien se espera una respuesta que no puede proporcionar; este discurso también ilustra en forma ejemplar lo que entendemos por violencia primaria. (Aulagnier, 1988, 33).
Es así que, debido a la violencia primaria, se produce el acercamiento absolutamente imprescindible de la madre a ese bebé imaginado, lo que va a permitir la construcción de su psiquismo. Por consiguiente, la acción materna de introducir al bebé al mundo es fundante del psiquismo.
EL EMBARAZO
Aunque es indudable que, desde el enfoque ginecológico (Figuero et al., 2006), el embarazo es un periodo de cambios hormonales drásticos, que además modifican el aspecto fisiológico de la mujer, y que podrían ocasionar algún tipo de malestar o complicación, también es verdad que la madre gestante puede vivir su embarazo como un periodo emocionante e inolvidable que le permita relacionarse íntimamente con el hijo que lleva en el vientre (Roncallo, et al., 2015). Por consiguiente, una madre gestante que desea, fantasea y piensa en su bebé, está proveyendo de significado a ese ser (Pines, 1982).
Asimismo, desde el comienzo de la vida del bebé en el vientre materno, sus órganos funcionan bien únicamente en condiciones favorables de protección y cuidado materno. También, está demostrado que cerca de la vigesimoquinta semana de gestación (Spelt, 1937), el bebé ha desarrollado una psique incipiente, pero de gran importancia, que le permite comunicarse con su madre; se comporta y responde a los olores, a la música y a las emociones.
Esto evidencia que es posible que se construya una comunicación afectiva en la que la madre y su hijo entren en sintonía y participen de la experiencia del otro. Por esta razón, por ejemplo, durante el embarazo, la madre responde al llamado de su hijo, generalmente con caricias al percibir sus movimientos en el vientre.
Pichon Rivière (1950) señala que hay un eje pre-natal ya formado en el bebé en gestación. Este eje le permite tener una muy primitiva organización de sus sensaciones, es decir, registra sus movimientos viscerales, musculares y táctiles. Según el autor, hipotéticamente, este es el nivel de organización logrado hasta antes de nacer. Por lo tanto, el bebé ya tendría como registro a su propio cuerpo, lo que nos llevaría a deducir que, en los bebés y en todas las personas, lo corporal implica psiquismo.
De este modo, estaríamos hablando de una comunicación corporal, no verbal entre el bebé y su madre, que viene acompañada de sabores, olores, sensaciones táctiles y auditivas. Por ello, de esto se deduce que las estructuras psíquicas más primitivas se desarrollarían alrededor de una comunicación no verbal afectiva, donde las funciones corporales desempeñarían un papel fundamental.
Sobre el particular, Aulagnier (1988) sostiene que la primera representación que la psique se hace de sí misma, se realiza por el efecto devenido por el encuentro con el cuerpo y con las producciones de la psique materna y se circunscribe a la cualidad de placer y displacer del afecto presente en este acercamiento.
Sin embargo, ¿qué podría perturbar una adecuada comunicación madre-hijo? ¿Cómo es sentido el embarazo de un hijo no deseado, mal recibido? ¿Cómo es impactado un hijo no deseado en el vientre materno? ¿La comunicación de una madre ansiosa, deprimida o narcisista afectaría desfavorablemente en la psique de su bebé?
A este respecto, la regulación emocional y el estado mental de seguridad del bebé, incluso dentro del vientre materno, se vería mermado debido a que el bebé registraría el impacto de los sentimientos hostiles y reaccionaría ante la falta de una buena comunicación materna como si fuera de tipo fisiológico ya que es la única forma con la que cuenta.
Contrariamente, una madre que proporcione estímulos adecuados, que piense en su bebé desde el deseo, desarrollaría un vínculo que brinde seguridad y protección a su bebé.
EL NACIMIENTO
El nacimiento marca la venida del bebé y la fuerza del deseo de la madre lo presenta al mundo. Sin embargo, al contrario del embarazo, el parto es un proceso breve que produce alteraciones hormonales repentinas e intenso dolor; y, por ende, puede ocasionar mucho sufrimiento y ansiedad en la madre (Maldonado, 2002). Sin embargo, la manera como la madre enfrente este proceso es fundamental. “La mujer que quiere tener un hijo, se queda embarazada y lo tiene sin dificultades, muestra ya que la naturaleza de lo psíquico conlleva el conflicto” (Rodríguez, 2003, p. 55).
Asimismo, en el estudio de los efectos psíquicos del parto, Rank señala que el nacimiento debe considerarse como un evento traumático, pero esencial, porque permite la humanización. Describe el trauma del nacimiento “como una fuente de efectos psíquicos de una importancia incalculable para la evolución de la humanidad y en el cual nos hacen ver el último sustrato biológico concebible de la vida psíquica, el núcleo mismo del inconsciente” (Rank, 1924/1991, p.14-15).
Desde este punto de vista, hipotéticamente, al nacer, el bebé ya contaría con una psique primitiva, pero aún necesitaría del maternaje que le proporcione el sostén necesario. A tal efecto, la madre y su hijo continúan conformando una unidad fusionada muy intensa, una simbiosis, muy similar al estado anterior al nacimiento, donde la madre se mantiene como la única fuente de vida y de comunicación afectiva para su bebé. A este respecto, Klaus y Kennell (1970) consideran los primeros cuatro meses de vida del bebé como un embarazo extrauterino.
De este modo, para que la psique del bebé se active en esta etapa, precisaría que se adicione la función de la psique materna, similar a la del pecho, en cuanto prolongación del cuerpo propio, debido a que se trataría de un objeto cuya unión con la boca es una necesidad fundamental, pero también porque da un placer erógeno, necesidad esencial para la actividad psíquica. Spitz (1965/2014).
Es así que Spitz (1963b) denomina diálogo al ciclo de la secuencia acción-reacción-acción entre la madre y su bebé, lo que le va a permitir a este último ir transformando los estímulos en señales significativas. Para ello, la madre regula los estados de su bebé al equilibrar su falta de madurez psíquica y permitir, a partir del contacto físico, su libidinización (Maldavsky, 1986).
De la misma manera, Aulagnier (1991) sostiene que es básico que la madre sienta un placer psíquico en el encuentro con su bebé, porque solo así el bebé podrá sentir su propia experiencia de placer. Es así que, por ejemplo, el amamantamiento, además de ayudar a la madre a lidiar con el trauma que le causa la separación brusca de su hijo, también le sirve al bebé para aliviar el efecto del nacimiento.
Desde una óptica intersubjetiva, la diada madre- bebé se influyen uno en el otro (Stern, 1991), en un sistema de comunicación afectiva muy particular (Brazelton et al., 1974).
LA LACTANCIA Y OTROS ENCUENTROS
La lactancia es un encuentro comunicativo inicial del infante con su madre en el mundo, comunicación totalmente corporal, que satisface una necesidad y está acompañada de placer, entonces, se produce un doble registro. Esta comunicación particular e íntima genera el efecto de unir la boca del bebé con el pecho de su madre, donde por el efecto de repetición se constituye algo llamado boca (oral) en el bebé, que se convierte en un organizador privilegiado del psiquismo que le permite la representación cuyo propósito es conservar o volver a encontrar una experiencia de placer.
En otras palabras, la lactancia no solo tiene el propósito de nutrir físicamente sino de libidinizar al bebé en la comunicación única que la madre sostiene con él. A su vez, la madre siente la satisfacción plena de haber procurado lo necesario a su hijo. Se establece repetitivamente una comunicación cuerpo a cuerpo, no verbal afectiva, entre los dos. Donnet y Green (1973) señalan que “el afecto es una forma de memoria, un estilo de lenguaje.” En consecuencia, esta forma de comunicación es vivencial y corporal; la díada forma un vínculo estrecho que les posibilita compartir emociones, a través de los sentidos (Stern, 1991).
Situaciones similares se producen cada vez que el bebé necesita de su madre para que le dé calor, lo cambie porque está sucio, cuando siente frío o calor, y para arrullarlo y dormir. La madre está en contacto con el cuerpo de su bebé quien, por medio de su llanto, movimientos corporales, cólicos, etc., está comunicándose con su madre con el propósito de que alivie su malestar y acuda a su llamado para consolarlo y recrear la ilusión del Uno. Para lograrlo, la madre utiliza su calor, el ritmo, la proximidad protectora de su cuerpo y el sonido de su voz. Para el bebé, los ritmos y balanceos en el contacto físico con su madre le dan la ilusión de ser la madre. Además, los gestos maternos y su rostro, así como la mirada como espejo están llenos de significado. Son la base de la noción de intersubjetividad, definida como “Experiencia de compartir los estados emocionales con otro. El conjunto de experiencias que se co-construyen cuando dos personas se encuentran.” (Guerra, 2009, p. 8).
En tal sentido, la importancia de la cercanía física como comunicación afectiva de la madre con el bebé ha sido demostrada de muchas maneras desde que Spitz (1959) estudió el cuadro de hospitalismo, al observar que bebés atendidos correctamente, pero sin afecto durante una estadía prolongada en un hospital, sufrían de graves trastornos en su evolución psíquica.
En otros términos, cuando esta comunicación falla, y no se produce este doble registro de manera positiva, se produce en el bebé, el deseo de no tener que desear, lo que Aulagnier (1988) llama deseo negativo. Es decir, si los brazos de la madre no sostienen al bebé como debiera o el pecho no tiene suficiente leche, esta no puede comunicarle a través de su cuerpo, la sensación de seguridad que el bebé requiere y desea; y surge la tensión y displacer como respuesta comunicativa. Si esta situación se prolonga, el bebé se enfrenta a conflictos demasiado pronto y su evolución psíquica puede ser alterada de tal modo que pudiera intensificar las actividades autoeróticas para preservar la ilusión de fusión con su madre.
En otros términos, si la madre, quien da el pecho, no se aproxima cálidamente a ese encuentro, no se prepara para ofrecer nada que califique como posibilidad de placer a esa experiencia, que aporte algo a la boca como lugar posible de placer y de satisfacción libidinal, es posible que provoque rechazo y que la boca del bebé, en lugar de ser un lugar de satisfacciones físicas y emocionales, sea percibida como una zona dolorosa, de mucho sufrimiento.
SINCRONÍA Y RITMO
La comunicación no verbal madre - bebé se produce de muchas maneras: mdiante miradas, sonrisas, gestos, carcajadas, balbuceos, sonidos y movimientos corporales, que ambos saben interpretar muy bien y que están cargados de afecto.
En este sentido, Stern (1991) sostiene que son de gran relevancia las sincronías madre-hijo a través de los movimientos, gestos, miradas, etc., y se refiriere a este encuentro comunicativo como una “verdadera danza”. Al hacer coincidir sus ritmos, ambos vivencian una situación placentera y quedan engranados, fascinados uno por el otro. El placer, producto de este tipo de comunicación, está dado por la complementariedad. De manera alternada, uno u otro juega el rol activo, pero el de la madre es de mayor relevancia por encontrarse en una posición de control.
La comunicación íntima madre-bebé demanda de la madre mucha comprensión y empatía para poder captar las señales que el bebé expresa a través de su cuerpo y movimientos; y responder a sus necesidades adecuadamente. De esta manera, la madre brinda a su bebé una imagen del estado mental de ese bebé que le permite organizar su self (Fonagy, 2013), lo que Bion llamó identificación proyectiva saludable.
Entonces, ¿qué sucede con una madre narcisista? ¿Está ella en capacidad de observar y escuchar las señales de su bebé e ir a su encuentro? Es probable que esta madre no se encuentre en armonía con su bebé, sino que le imponga lo que no necesita o lo prive de lo que le falta. A esta dificultad comunicativa, Aulagnier (1988) llama violencia secundaria. Si estos desencuentros comunicativos son constantes, produce una falla de gran magnitud en el funcionamiento psíquico del bebé. Es decir, el bebé no puede encontrarse a sí mismo en su madre, sino que internaliza la imagen de su madre, generando en él un self ajeno (alien self). En otras palabras, se produce la dolorosa fragmentación del self.
No obstante, cuando la comunicación madre-hijo es suficientemente buena, la madre está en condiciones de darse cuenta de cuándo el bebé comienza su proceso de diferenciación, de naturaleza progresiva, en la estructuración de su psiquismo. Es así que el bebé intentará, de muchas maneras, diferenciar su cuerpo del de la madre, pero volverá a ella especialmente cuando esté sufriendo.
Este tipo de madre está en condiciones de percibir, por ejemplo, que su bebé de cinco meses, puede asumir el control de la comunicación visual (Stern, 1991), ya que su sistema visomotor está suficientemente maduro. Mediante la intencionalidad de la mirada, el bebé se manifiesta como alguien interactivo, muy capaz de expresarse. Las conductas como la sonrisa, la angustia de separación y la capacidad del “no” del bebé en los encuentros con su madre, son evidencias de la formación de su psiquismo. En tal sentido, el bebé puede comunicar un “no” al desviar la mirada y tomar distancia, así como reiniciar el contacto cuando lo desea, tal como sucede entre personas adultas que conocen el poder de la comunicación de la mirada.
Como resultado de las comunicaciones afectivas, también aparece la “visión conjunta”, cuando la madre y su bebé dirigen la mirada y su atención a un mismo punto. Esto sucede porque el bebé es capaz de interpretar la intención de su madre como un llamado para dirigir su mirada hacia un lugar específico.
En consecuencia, esta estrecha comunicación no verbal es la primera relación del bebé en el mundo; una madre que pueda anticipar los deseos y necesidades de su bebé, y no le imponga sus propios deseos, favorece el desarrollo de buenos vínculos posteriores.
CONCLUSIÓN
La fase fusional fisiológica, modelo de la intimidad, es una etapa esencial en la diada madre- bebé, una vivencia primaria totalmente imprescindible que funda las bases del psiquismo del bebé de manera que, en el futuro, pueda relacionarse adecuadamente y organizar sus estados del ser, de manera estable.
Hasta alrededor del primer año de vida, la comunicación no verbal es la única manera en la que el bebé comunica sus deseos y emociones y, en la medida en que la madre responda adecuadamente, él se sentirá seguro y protegido.
A través de las experiencias cálidas, íntimas y repetitivas con la madre, esta se convierte en una idea permanente a la que el bebé puede recurrir cuando ella no esté físicamente presente, ya que ha logrado su incorporación, proceso importante en el desarrollo del psiquismo.
REFERENCIAS
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Resumen
Main Text
INTRODUCCIÓN
EL DESEO DE SER MADRE
EL EMBARAZO
EL NACIMIENTO
LA LACTANCIA Y OTROS ENCUENTROS
SINCRONÍA Y RITMO
CONCLUSIÓN
REFERENCIAS